De compras el fin de semana

25 August, 2009

16:30
Haces una lista en casa: Cerveza, vodka, limonada, frutos secos, patatas fritas, más cerveza,... en fin, lo imprescindible. Añades un par de lujos, como café, galletitas, tomates... Dado que no caes en nada más, y no tienes ganas de pensar, decides improvisar el resto.
17:00
Es final de mes y nadie tiene un duro. Sábado por la tarde, todo Dios debe estar durmiendo la siesta. Coges el coche para ir al hipermercado.
Ya en las inmediaciones del centro, hay un atasco del carajo. Cientos de gilipollas han pensado como tú. La cosa no mejora una vez llegas al parking, porque no hay ni un solo sitio para aparcar. De pronto, cuando estás a punto de marcharte, ves una maruja que se dirige hacia su coche. Clavas los frenos, y te ganas un par de bocinazos. Pero no importa, lo peor ya ha pasado (te mientes a ti mismo)
A la pobre mujer le cuesta más de 10 minutos meter las bolsas de la compra en el maletero, y encontrar las llaves del coche en el inmenso bolso donde las ha lanzado sin miramientos después de abrir el maletero. Te entretienes mirando al resto de miserables que dan vueltas buscando un sitio para aparcar.
Oyes como rasca la caja de cambios al intentar meter la marcha atrás. Acelera hasta 4.000 vueltas y, aún así, se le cala. Tras otros agónicos 5 minutos, consigue sacar su coche y aparcas.
18:00
Sales del coche con un suspiro de alivio. Guardas las llaves del coche, te palpas los bolsillos y maldices al panteón griego al completo cuando te das cuentas de que no llevas monedas de euro para el carro.
Mientras esquivas coches y carritos camino de la entrada, piensas que si alguien montara un negocio de préstamos de monedas de euro se forraba... ahora mismo estarías dispuesto a vender tu alma al diablo por una moneda de un euro.
18:15
Sales de Atención al Cliente con 10 monedas de euro reventándote los bolsillos de los vaqueros. Ahora resulta que en las inmediaciones de la puerta no hay carritos. Te recorres las diez
hectáreas de parking exterior buscando uno, bajo un sol de justicia, mientras te replanteas seriamente el volver a casa. Pero no te queda cerveza. Rendirse ahora no es una opción.
Albricias, un carro para ti solito. Mientas vuelves al acogedor aire acondicionado del interior del hipermercado te cuestionas ¿Por qué todos los carritos tienen una hoja de lechuga? ¿Es que hay un grupo de empleados que las va colocando por la mañana, una a una? Cuando no es
temporada de lechuga, ¿de donde las importan? ¿Contribuye esto al aumento de la inflación y el déficit comercial? ¿Por qué siempre te toca un carrito con las ruedas jodidas? ¿No sería mejor reciclar el grupo de empleados lechugadores a mecánicos reparadores de carritos?
18:30
Bueno, ya estamos dentro. Ahora sí que lo peor ha pasado (vuelves a mentirte a tí mismo). Mientras te diriges a la entrada, te asalta una patinadora que te ofrece la tarjeta de crédito del Hiper. La patinadora está buenísima.
-Señor le voy a comentar las muchísimas ventajas de nuestra tarjeta, bla, bla ...
Tú no le quitas ojo a las tetas
-bla, bla,... solo un 2% de interés.
-¿Anual?
La pobre que todo lo que tiene de buena lo tiene de boba, y contesta: -Sí, no,... no lo sé, pero me parece que 2% al mes...
Suspiras, y continuas tu camino sin despedirte, mientras la pobre chica se queda haciendo cálculos mentales en un bucle infinito.
Por megafonía atronan los 40, y de vez en cuando una voz monótona y anodina interrumpe para lanzar una oferta. El sonido es tan malo que tu oyes: Yo te follo, a ver qué dice tu parienta; sin embargo, la voz ha dicho: Muslos de pollo, a un euro con cincuenta.
18:45
Empieza tu calvario. Los pasillos están atestados, y contemplas incrédulo cómo por la puerta sigue entrando gente, con cara de que se acaban de levantar de la siesta.
La gente abandona los carros en medio del pasillo para ir a buscar productos quién sabe donde, convirtiendo tu compra en una carrera de obstáculos.
Las marujas con su chandal y sus tacones - antes muerta que sencilla - obturan el resto del pasillo con sus enormes posaderas.
Es una jungla. No hay reglas. Nadie cede el paso. No existen semáforos, ni señales.
Un maromo con cara de no haber conseguido aprobar ni el recreo en la primaria te ha golpeado ya tres veces con el carro en los tobillos. Le miras con los ojos inyectados en sangre, pero el mamón no se da por aludido.
Hay familias que han venido al completo para comprar: La María que estudia cada artículo detenidamente, lo compara con la competencia, lo sopesa, analiza ingredientes, fechas de envasado, caducidad, precios, etc. etc... El marido que aún no sabe porqué se ha dejado arrastrar hasta ahí, discute con el niño de 6 años, que llora pidiendo chocolate. La hija mayor, de unos 15 años, parece salida de un reality en los que operan a la gente, y un estilista les aconseja cómo vestirse, y tal... pero antes de empezar el tratamiento. No deja de aconsejar a la madre con una estridente voz de pito.
Por megafonía oyes: En oportunidades entre todos se la mamamos bien mamá. Alucinas en colores, hasta que comprendes que han dicho: En oportunidades, vestidos rebajados pre-mamá.
20:00
Estás sudando, jadeas, tienes los riñones al jerez de tanto luchar con el carro... ¿Es que tiene vida propia? ¡Si es que toma sus propias decisiones!. Tu quieres ir a la derecha, él se empecina en girar a la izquierda. Cuando consientes, y vas a la izquierda, cambia de opinión y se para. No quiere andar el muy cabrón. Empujas y lo consigues hacer mover de nuevo, pero esta vez se escora a la derecha.
Embistes la góndola de las compresas, y se te caen encima varios paquetes de compresas con alas. Con tan mala suerte que una esquina se te clava en el ojo.
20:20
Ya has comprado casi todo. Pero recuerdas que necesitas papel higiénico. ¿Donde cojones está?. Vuelta para atrás, recorriendo de nuevo los pasillos cada vez más atestados de gente.
20:45
Has terminado, enseguida estás en casa (te mientes por enésima vez). Te diriges a la línea de cajas. 89 cajas. Todas repletas. Llevas 11 artículos, y por lo tanto no puedes ir a una caja rápida. Te pones a la cola de la numero 64 y esperas. La cajera es tan lenta que cazando caracoles se le escaparían todos. Tu presión sanguínea no da para más. Eres como una olla exprés a punto de explotar.
La señora que está pasando los artículos en ese momento, vuelve a mirar con asombro cada uno, como si ella no los hubiera puesto ahí.
La que está justo delante de ti, te dice: - Oiga joven, ¿Podría vigilarme un momento la compra, que he olvidado el perejil? Y se va antes de que hayas tenido tiempo de abrir la boca.
Siguiente cliente y la del perejil sin aparecer. Al nuevo cliente no le funciona la tarjeta, o no hay línea, o yo que sé. Prueba con otra tarjeta. Y la del perejil sin aparecer. Finalmente tienes que empujar tu mismo el carro de la señora del perejil y aproximarlo a la caja y esperar a que aparezca.
Detrás tuyo empiezan a protestar y oyes que te llaman gilipollas por no saltarte el
turno. Piensas que si hubiera una sección de Armería, te comprabas un Kalashnikov AK-47 y vaciabas el cargador contra la línea de cajas: clientes, cajeras, carros, góndolas...
Llega por fin la Señora Perejil, y no sólo trae el perejil, sino que viene con las manos llenas de paquetes. Esperas. Esperas más.
Por fin, tu turno. La cajera no deja de mascar chicle.
Vaya por Dios, el paquete de papel higiénico tiene mal el código de barras y debe llamar a caja central para consultar el precio. Miras para atrás y ves odio en la mirada de todos los que están en tu cola.
Pagas y mientras sales oyes por megafonía: Menuda pichina, ven que te lamo las nalgas. O tu estás obsesionado con el tema, que puede ser, o tienes un oído caprichoso. Mientras te acercas a tu coche, intuyes que el mensaje era: En la sección de piscinas, oferta en antialgas.

2 Comentarios al respecto:

Paco Hernández said...

Lo normal en estos casos es que con tantas cosas al final te dejes las cervezas XDD, muy bueno, me he reído mucho mucho

Valaingaur said...

@ Conner: Tres horas en el Super... si encima te dejas las cervezas... XDD